La habituación es la perdida de reacción a un estímulo que normalmente la evoca, por experimentar el estímulo repetidamente y descubrir que reaccionar no es necesario.
La primera reacción del caballo a cualquier cosa nueva es la de desconfiar, con un poco de miedo. Expresa su miedo alejándose a una distancia que considera segura, luego volviendo a examinar la cosa hasta convencerse de que no es peligroso (la investigación).
Entonces la mejor manera de habituar a un caballo a algo es con el caballo suelto, donde pueda alejarse si tuviese miedo y luego investigar “la cosa” con su tiempo. Cuando se queda quieto, ignorándola, podemos estar seguros de que ha perdido su miedo.
Incluso mejor, es la habituación gradual, en la que reducimos el estímulo hasta que no le provoque miedo sino interés, luego aumentándolo gradualmente.
Conectar un estímulo (señal, ayuda) con una respuesta (acondicionamiento clásico). La respuesta tiene que estar ya formada, sea naturalmente o porque tenemos otra manera de provocarla. Ponemos la nueva señal, esperamos brevemente y, cuando el caballo no responde, provocamos la reacción de otra manera.
Por ejemplo: para enseñar a un potro en su primera monta a adelantar cuando cerramos un poco la piernas, tenemos a una persona adelante con un ramal. Estando todos quietos, cerramos un poco las piernas y cuando el potro no anda hacia delante, la persona avanza pidiéndole con el ramal. En 3 o 4 repeticiones el potro entiende la señal y avanza sin la ayuda del ramal.
Es sorprendente cuántos caballos “rebeldes” no entienden nuestras señales porque ¡nadie les había explicado lo que significan! Aquí abajo una yegua muy montada junto a otros caballos estaba incontrolable cuando se montaba sola. Se levantaba de manos al pedirle adelantar. Aquí con la ayuda de una amiga, la explicamos lo que queremos y en pocos minutos pude montarla donde fuera.
Al enseñar los movimientos más avanzados (media pirueta, cambio de mano al galope, reunirse, pasage etc.), aplicamos el mismo principio: hay que tener la respuesta formada antes de conectarla con una señal. En situaciones determinadas en el campo, o usando obstáculos, encontramos que el caballo nos ofrece uno de estos movimientos si está bastante fuerte y coordinado. Cuando sabemos que puede hacerlo por debajo de nuestro peso, le ponemos en la misma situación y pedimos que lo haga, no olvidando el refuerzo positivo. Así estos movimientos salen con fluidez y ganas, no obligados.
Lo que fortalece la conexión señal-respuesta: refuerzos + repetición
Refuerzo positivo: relajación, caricias, buenas palabras, comida – de inmediato
Refuerzo negativo: quitar la señal o presión de inmediato a que haya respuesta (en la enseñanza, cuando el caballo hace el más mínimo intento de responder)
Lo que afloja la conexión: pedir cuando no hay posibilidad de conseguir la respuesta.
Lo que nunca ayuda: el castigo, ya que no explica lo que queremos.
Formar una reacción nueva: ensayo-error. No esperamos a que el caballo nos dé la reacción completa la primera vez de pedírsela: premiamos su primer acercamiento, nos relajamos, pedimos de nuevo y esta vez, esperamos un poco más de reacción antes de premiar. Los refuerzos son imprescindibles en este aprendizaje. No castigamos una reacción que consideramos inapropiada, pues el castigo provoca miedo y defensa además de quitar al caballo las ganas de intentar descubrir lo que tiene que hacer.
El aprendizaje cognitivo es el que necesita la comprensión de una situación y el uso de la inteligencia para buscar soluciones. Por ejemplo, en el trabajo con ganado, de arrastrar troncos en el bosque, de polo o de hacer mapas mentales, el caballo sabio suele demostrarnos que ha entendido más que simplemente cómo responder a las señales aprendidas. A menudo el caballo está tan controlado que no tiene la oportunidad de usar sus capacidades analíticas y su inteligencia.
El castigo nunca puede crear reacciones positivas y voluntarias. Entre ellos, los caballos usan el castigo de una única forma: “si te comportas así, tendrás que irte fuera de mi lado”, y de esta manera lo entienden cuando les castigamos. Sólo utilizamos el castigo con caballos malcriados para enseñarles las reglas sociales: con el caballo suelto, cuando le echamos con rabia o enfadados por un mal comportamiento.
En general: