Enseñanza apropiada para la etapa de vida del potro
Los potrillos recién nacidos aprenden rapidísimo lo que será normal en sus vidas. Aprovechamos sus primeros días de vida para introducirnos, tocarles por todas partes, cogerles las manos y los pies, etc., mediante el uso del sistema conocido como imprinting (término popular pero científicamente incorrecto).
El estrés durante el destete detiene el crecimiento, provoca problemas de digestión y crea estereotipias en el potro. Enseñamos al potro a que nos siga del ramal, y damos paseos con él para que aprenda a confiar en nosotros, pasar dificultades y ver lo que hay en el mundo exterior. Si nos comportamos bien, es decir, siempre estamos calmados y dando consejo y apoyo sin asustarnos, estos paseos forjarán un fuerte vínculo de confianza. A los dos años podemos dar estos paseos con riendas largas, y con montura (sin subirnos todavía)
Primera doma en el picadero redondo
Utilizamos un picadero redondo de 18-20 metros de diámetro y soltamos al caballo dentro para que se revuelque y se estire antes de empezar el trabajo.
La doma en el picadero redondo es fácil, rápida, muy versátil y apta tanto para potros como para caballos resabiados. Se consigue un caballo confiado, calmado, sensible, con movimientos libres y atento al domador. Cuando el potro sea lo bastante fuerte tendrá la mejor base para avanzar hacia cualquier disciplina especializada. El domador aprende del mismo caballo a tener buena mano y tacto y a sentir cuándo el caballo está preparado para aprender más; así se llega a una doma avanzada con menos problemas. El caballo tiene dos formas de llegar a sentirse seguro: huir o buscar la compañía de alguien (caballo o humano) en quien confiar. Queremos enseñarle que la segunda es la mejor. Y no queremos montar un caballo tenso.
Hoy en día ésta es la forma de doma inicial más popular en los Estados Unidos y está ganando fuerza en el norte de Europa. El Ejército Británico la utiliza ya, con gran éxito.
Así pues, dejamos al caballo libre, lo movemos a una mano y a otra, y lo hacemos girar a derecha e izquierda, hasta que entienda que puede huir pero que esto no le lleva a ninguna parte; cuando se da cuenta de que no hay peligro, se relaja completamente. Tenemos que controlar muy bien nuestros gestos y movimientos para conseguir los efectos deseados. No queremos asustar al animal, sino moverle para que vea que nos comunicamos con señales claras y naturalmente comprensibles para él.
Cuando se relaja le invitamos a parar, nos acercamos con tacto y le acariciamos por todas partes, incluidos manos y pies, con tranquilidad. Si se aleja nervioso le tocaremos más despacio y con más suavidad. Si se aleja por falta de atención le ponemos a dar vueltas otra vez hasta que se centre en nosotros.
El potro coordina sus movimientos con los nuestros no sólo pie a tierra, sino también cuando lo montamos. Pero tenemos que presentar las ayudas de manera que las entienda, debemos entablar con él una conversación a través de nuestro cuerpo. Una vez que el caballo pare bien a nuestra voz y a nuestras ayudas corporales y pueda trotar libremente en el picadero, estamos preparados para salir al campo. El potro tiene una tendencia natural de explorar el mundo y sabe que necesita consejo.
Como su dorso es débil y se cansa pronto, ponemos mucha manta debajo de la montura y montamos con los estribos un poco cortos apoyándonos más en ellos que sobre su lomo, trotamos a la inglesa y galopamos en suspensión y buscamos subidas fuertes para fortalecer su dorso. Montamos con las riendas muy sueltas animándole a moverse libremente y dejándole que descubra su propio equilibrio en terreno abrupto y complicado.
No montamos más de 10 o 15 minutos seguidos, y desmontamos a la vista de cualquier complicación como perros agresivos, carreteras… De vez en cuando le dejamos comer la hierba fresca. Así el potro disfrutará de sus excursiones y le alegrará vernos llegar hasta él con la cabezada para ponérsela.
A un potro le hace falta confianza para ir hacia adelante, y debemos ser pacientes dejándole parar para explorar las novedades que pueda. Esta fase irá pasando a medida que aumente su confianza.
Utilizamos subidas fuertes, bosques inclinados y cualquier irregularidad del terreno para flexibilizar, fortalecer y equilibrar al potro, para que cuando empiece su doma en la pista se encuentre preparado.
La banderola (un simple trozo de tela o plástico atado a un extremo de un palo de un metro) se utiliza para indicar al caballo hacia donde moverse, NO PARA ASUSTARLE. Podrá servir para:
– Reeducar a un caballo que no tiene respeto al ramal y va por donde quiere. El “Esteban” (la forma de banderola más fuerte), tiene cintas de plástico reflectantes, coloridas y ruidosas que respetan incluso los sementales más fuertes y “chulos” ante la presencia de yeguas. Con ello evitamos el uso del serretón, que rompería su nariz.
– Los caballos que, por haber pasado su juventud encerrados y aislados, no tienen educación social ni respeto a nuestro espacio vital, y se nos echan encima.
– Pasar con ramal obstáculos colocados por el suelo. Este trabajo, hecho con calma y paso a paso, proporciona gran maniobrabilidad al potro, enseña a un caballo nervioso a enfrentarse a los problemas con tranquilidad, mejora las respuestas de un caballo torpe. Y es la mejor base para enseñar a un potro a montar en un remolque. Es muy útil también en la hípica: haciendo maniobras entre obstáculos complicados desde el suelo, los principiantes aquieren gran confianza, aprenden a ver cómo se mueve el caballo y qué pierna deben utilizar cuando lo hagan montados. Resulta muy divertido sobre todo con un caballo calmado montado a pelo, sólo con una cuerda en su cuello.
– Introducir al trabajo pie a tierra de doma clásica o de alta escuela. Normalmente se emplea una fusta fina y negra que el caballo no puede ver. Un trocito de plástico atado al final les ayuda mucho.