Encuentro
En Madrid Horse Week el 24 de noviembre, me tocó hacer una pequeña exhibición – muy pequeña, ya que en el último momento me cortaron el tiempo – con un caballo que desconocía. En estas circunstancias difíciles ¿qué será lo adecuado hacer con él? Claro, depende de su carácter, actitud y adiestramiento, pero ¿cómo evaluamos estos factores en tan corto plazo?
Fue un semental árabe egipcio del Ejercito, de 4 años, una mariposa bellísima de filigrana de acero, con ojos enormes e inocentes. Le había visto el día anterior en la pista de exhibición, cuando la situación imponente – las luces, las multitudes, las pantallas enormes con caballos galopando en el aire, los altavoces, un verdadero tsunami de impresiones alarmantes – le llenó de energía desbordada por nervios. El Árabe es un corcel de mucho andar: intentar que gaste su energía corriendo hasta calmarse sería inútil mientras que frenarle constantemente sería imponerme de manera desagradable. Quería mostrarle que era su apoyo en esta locura, no una presión más.
Entonces me introduje en su cuadra (cosa que raramente hago porque ¡me han acusado de drogarles!). Vino a olerme la cara delicadamente, profundizando su examinación alternando sus hollares hasta satisfacerse. Pues le acaricié mucho y le pedí levantar una mano, buscando su confianza a la vez de demostrar que no abusaría de ella.
“No quiso”, es decir, se resistía bastante: lo que me extrañó dado que no tenía ningún miedo, había tenido un manejo excelente y estaba herrado de manos. Al pedir la otra, me di cuenta que no reconoció mi manera de pedírselo, la de dar palmaditas por detrás de menudillo. Le habían enseñado por otra señal, la de palpar el tendón entre pulgar y dedo y usando esta técnica obtuve éxito de inmediato. El caballo es muy exacto en su reconocimiento de las señales, no piensa en la meta de la faena como nosotros, pues tenemos que ajustar nuestras señales hasta encontrar la que funcione o que la reconozca debido a su aprendizaje previo. Es un trabajo de detective: ¿Qué pistas tenemos sobre su manejo anterior? Me daba muy buena impresión: fue sensible, respetuoso, a gusto conmigo ….pero por su sangre, lleno de nervio.
Cuando me lo trajeron a la pista enorme, le sobraba ansiedad pero vino a olerme de nuevo: bien, puesto que mi primera meta es la de conseguir que el caballo quiera estar conmigo. Pero el nervio le ganó y no pudo quedarse quieto, tenía que moverse. Entonces dimos una vuelta por la pista lado a lado sincronizando nuestros trancos (difícil ya que tenía tanta energía), con mi mano en su cuello, la cruz o el dorso y el ramal suelto, simplemente andando juntos.
Sintiendo una cierta armonía entre nosotros, me paré pero en vez de parar conmigo, me adelanto varios metros y empezó a trotar. No quise tirar de la soga pues de repente estaba dándole cuerda, cosa que quise evitar. No me acuerdo como solucioné esta situación la primera vez, pero cuando ocurría cada vez que le pedí una parada, me di cuenta que de nuevo fue una cuestión de señales: le habían dado cuerda a menudo y cuando me vio encarándole con varios metros de cuerda entre los dos, pensó que reconoció la señal para trotar en círculos. No quise confundirle por “corregirle”, ya que su respuesta fue la correcta según su aprendizaje, pues tenía que cambiar mi señal. Entonces en vez de girar encarándole siempre, permanecí quieta mirando en la misma dirección, pasando la cuerda por encima de mi cabeza cuando pasó por detrás de mi mientras paulatinamente la acorté. Al encontrarse muy cerca de mí, se paró y pude acariciarle.
Pues lo investigamos juntos; imité sus acciones tan exactamente que los espectadores en la galería se rieron. Levantó la cabeza para verlos; también yo, actuando igual que él; y sentí de repente la corriente de empatía que evidencia que estamos de verdad juntos, unidos. Investigamos el próximo plástico; miramos a los espectadores; y cuando empecé a caminar adelante, me siguió aunque todavía orientado hacia los espectadores, pues tenía que desplazarse lateralmente cruzando las manos y los pies. Pareció que estaba mirando hacia delante de él y no a mí, pero el caballo tiene sus ojos a los lados de su cabeza y ve perfectamente de frente y al lado a la vez. Pensar que el caballo atiende solamente a lo que hay adelante es un error común.
De rienda larga, al pedir al caballo que se gire a la izquierda, se abre la rienda izquierda y se desplaza un poco a la izquierda. Al cambiar dirección, se cambia de lados y esto da al caballo la experiencia de que uno desaparece de vez en cuando. Acepto esto con calma, pues podía pedirle la parada, por lo cual hay que meterse directamente atrás, invisible. Nuestras primeras paradas fueron un poco caóticas porque se giró hacia Costi. Pero cuando Costi dejó su ramal suelto, el caballo paró recto, perfecto.
Y así le dejamos porque nuestros 20 minutos habían terminado.
El caballo aprende muy rápido, incluso en circunstancias difíciles, si está preparado en pasos pequeños que favorecen su aprendizaje: