La entrada del picadero del domador daba de inmediato a la pista grande; a un lado el estercolero, al otro un corral con un caballo tordo quieto. Lo pasé de largo, pero después de unos metros algo me impulsó a volver a verle. No movía ni una oreja. Cuando le toqué, estaba frío. Sus encías estaban azules. Corrí al domador:
“Oye, tu caballo está muriéndose.”
“Qué va,” dijo, “está sólo descansando. Tenía un toque de cólico anoche, pero le tratamos y esta mañana le pusimos en el corral para tomar el sol.”
A pesar de muchos esfuerzos el caballo se murió una hora después.
Lo que me impactó de este incidente fue que el domador había trabajado tres caballos en la pista y la moza había pasado con innumerables carros de estiércol, sin darse cuenta del dolor extremo del caballo. Aún después de haber pensado mucho, no estoy segura de qué fue lo que me alertó: quizás la contradicción entre la falta de movimiento de las orejas, como si estuviese profundamente dormido, y la posición de su cabeza, demasiado alta por ser la del sueño profundo.
Recientemente la dueña de una yegua muy ganadora en salto se dio cuenta que algo iba mal cuando la yegua rechazó saltar un par de veces. Examinando sus fotos, vio que en las más recientes la yegua cerró sus ojos al momento de impactar sus manos en el suelo terminando el salto. En las fotos anteriores, no. Preocupada, llamó al veterinario y las radiografías revelaron el inicio de varios procesos degenerativos – navicular, artrosis, calcificación de ligamentos – que felizmente se podían frenar.
En ningún momento la yegua demostró otras señales de dolor, así que fue sólo la sensibilidad de la dueña lo que le salvó de un daño irreparable.
Etología. El caballo tiene una capacidad impresionante de esconder dolor o debilidad. En su vida natural, los depredadores tienen buen ojo para el cojo o minusválido y le seleccionan para su cena. Entonces el caballo hace todo lo que puede para disimular su dolor hasta que esto supera sus esfuerzos y se revela abiertamente. Desafortunadamente a menudo es demasiado tarde para que le podamos ayudar.
El PRE, tan noble y sufrido, es especialmente apto para engañarnos en este asunto. Las quejas que se oyen a menudo sobre el potro mientras avanza su doma, que “no quiere trabajar”, “no quiere empujar”, “quedas sin caballo”, a menudo revelan una falta de entendimiento de su naturaleza y su incomodidad creciente. Bien montado y alimentado, un caballo naturalmente quiere su ejercicio; si no, hay algo mal. Una causa común es la moda de sobrealimentar a los potros encerrados para forzar su crecimiento: suele dejarles con un toque de OCD (osteocondrosis), especialmente en los corvejones, que luego se desarrolla como artrosis…y claro, no quieren empujar. Quedas sin caballo, si no interpretas su “pereza” por lo que es: dolor.
Me lleno de rabia al oír a alumnos que me cuentan que sus monitores en la hípica han dicho de un caballo que “este finge ser cojo después de un rato porque no quiere trabajar más, ignórale”. Con “profesores” así, ¿adónde vamos?
Las señales de dolor. Aquí no me refiero a los síntomas abiertos y bien documentados – la cojera visible, el revolcarse frenéticamente con cólico –sino a los que deben animarnos a la examinación minuciosa de todo el cuerpo del caballo antes de hacerle más daño.
Cambios de comportamiento. El caballo con dolor cambia sus hábitos. El caballo normalmente sociable que se retira del grupo; el caballo que se tumba a una hora anormal, que se tumba durante horas o desiste de tumbarse; el que pierde su apetito o sus ganas de trabajar; el que empieza a pasar horas en la esquina de su box; el que empieza a mostrarse inquieto al ensillarle; el mal dispuesto y agresivo: estos caballos deben preocuparnos. Según la fuente de su dolor, el caballo puede aparecer nervioso, incluso sudando, aunque solamente en zonas, o permanece quieto y deprimido. Otros adoptan posturas inusuales, como retirar su peso hacia atrás apoyándolo sobre los posteriores en caso de laminitis, o descansar con una mano adelante apoyando sobre el dedo en caso de navicular.
Por supuesto, no nos damos cuenta de los cambios de comportamiento si no sabemos lo que son los hábitos normales de nuestro caballo, lo que presupone horas contemplándole. Si está en pupilaje, es fácil que el dueño tenga menos idea que el mozo que le atiende. Sin embargo, es raro ver a un dueño llegar a la hípica y saludar al mozo preguntándole “¿qué tal mi caballo esta mañana?”, como hacen los buenos competidores o entrenadores de caballos de carrera. En un club muy exclusivo, donde los mozos prepararon los caballos para la monta, descubrí que 7 de los 8 caballos traídos para una clase de monta, estaban profundamente lastimados por sus monturas. Los mozos lo sabían perfectamente por las protestas de los caballos, pero no se atrevían a hablar con los dueños o los entrenadores, que habitualmente les ignoraban con una falta total de respeto. Un mozo que se siente valorado se convierte en un tesoro.
Cambios de movimiento. El caballo dolorido intenta moverse de manera que su dolor no es evidente. A menudo anda rígido. Cuando esconde una cojera, compensa por cargar otros partes de su cuerpo al pisar con el miembro afectado. Una compensación común es la de ir con tranco corto de una pierna para intentar aliviar el peso de la mano opuesta que es la que le duele. Con tiempo, la musculatura lumbar se desarrolla más o acaba contraída del lado en que ande corto e incluso la articulación sacro-lumbar se desplaza, dando lugar a la cadera caída a un lado.
La dificultad con las compensaciones es que el dolor suele centrarse en la parte del cuerpo que está haciendo la compensación y no en la que la provoca. Entonces al detectar irregularidades o rigidez del movimiento, particularmente cuando encontramos al caballo más y más resistente a hacer ciertos movimientos (por ejemplo, más resistente a un lado que al otro), deberemos examinar todo el cuerpo e incluso los dientes, para averiguar verdadero origen. Desafortunadamente la formación veterinaria dirige el ojo a la parte dolorida, que no necesariamente es la fuente del problema. Por ejemplo, una cojera atrás puede originarse en picos en los dientes del mismo lado, debido a la rigidez en el dorso provocada por la inhabilidad de bajar la mandíbula de este lado y flexionarse correctamente. Sin embargo, una radiografía de la pierna puede revelar algo de artrosis que de verdad no molesta al caballo, entonces la diagnosis puede ser engañosa si no examinamos todo el cuerpo.
El chequeo de los signos vitales. En esta examinación, no nos limitemos a la evidencia de nuestros ojos. Nuestros manos ¡e incluso nuestros culos! tienen la sensibilidad para darnos mucha información. Pasando la mano suavemente por el cuerpo podemos detectar calor, contracturas y otros puntos de dolor. Ningún músculo debe estar duro cuando le palpamos: la dureza no es señal de buen trabajo y fuerza sino de contracción crónica y dolorosa, el resultado del trabajo forzado o de una compensación. La mano sensible también detecta fiebre, deshidratación (la piel parece haber perdido su vida) e inflamación, entonces es de gran valor desarrollar su sensibilidad, la que solemos ignorar. En particular deberemos aprender cómo medir las pulsaciones, con los dedos en el interior de la parte alta de la mandíbula, ya que con dolor las pulsaciones en descanso suelen subir más que su normal 35-40/minuto. (Suben también cuando el caballo se mueve, es normal, pues se las toma solo en descanso.)
Las membranas mucosas deben de ser amarillo-rosa y cuando empujamos con un dedo las encías, el punto amarillo que aparece cuando lo retiramos, debe de recuperar su colora los dos segundos, signo que la circulación está funcionando bien.
La oreja también es imprescindible, la empleamos para escuchar el abdomen. Deberemos acostumbrarnos a reconocer la frecuencia de los tres sonidos normales de la digestión: muy alto, casi como los vasos de cristal tocándose, del intestino pequeño; los medios, del intestino medio; y los truenos del intestino grueso. En caso del cólico de impacto, estos últimos desaparecen, de hecho, todos los sonidos pueden desaparecer. En el cólico espasmódico, los primeros aumentan en frecuencia y volumen. Entonces es importante, como en el caso de todos los signos vitales, que estemos bien acostumbrados a lo que es normal y que informemos el veterinario de los cambios que hemos notado.
La cara. Solo recientemente los veterinarios han hecho investigaciones sobre las expresiones de la cara del caballo que revelan dolor después de una operación. Notaron en particular cinco áreas.
La orejas se dirigen hacia el suelo, ignorando el mundo.
Los ojos tienen una expresión ansiosa, los párpados superiores arrugados formando un triángulo.
Los ollares están abiertos, sobre todo al lado exterior.
La boca. El labio superior está algo alargado; los dos labios están cerrados y el mentón duro y aplastado.
La tensión de los músculos faciales se revela por una línea vertical por arriba de la boca.
También notaron que la cabeza estaba baja.
Otras señales del dolor. Sin embargo, he notado que cuando el caballo está en el exterior, la posición de la cabeza es más alta, como cuando un caballo está vigilando, con la mitad de la cara al nivel de la cruz. Evidentemente el caballo no está vigilando, por la posición de las orejas. Estas señales contradictorios deben de alertarnos.
El caballo también puede elevar su labio superior, como cuando hace Flehmen pero mucho más rápido y repetido sin elevar la cabeza.
A veces el ojo no parece ansioso, más bien apagado, sin luz.
El caballo también suele agitar suavemente la cola.
Humor. El caballo con dolor constante suele estar mal dispuesto (también los niños e incluso nosotros adultos, ¿no?). Un estudio en Francia hizo radiografías de las columnas de los caballos en hípicas que fueron agresivos con sus dueños y encontró que su nivel de agresión correspondía exactamente con el grado de daño en la columna debido a procesos inflamatorios y artríticos. El dolor del dorso es quizás el dolor más común en los caballos de monta estabulados, porque no pueden aliviarlo al estirarse y revolcarse, y lo revelan de maneras variadas y poco apreciadas: nos agreden al ver la montura, no nos dejan subirnos, se desbocan, retrotan, corcovean, rechazan andar o no se quedan quietos en la parada, se levantan de manos o se echan al suelo.
No es que no nos demuestren su dolor: es que no los escuchamos e incluso que les castigamos cuando lo hacen.
Hay que decir también, que los caballos que tienen de verdad confianza y una buena relación con sus dueños, no les rechazan, sino que los buscan cuando tienen dolor. El dolor les da miedo y buscan nuestra ayuda.