LA VÍSPERA DE LA REVOLUCIÓN

ISES, la Sociedad Internacional de la Ciencia de la Equitación, es un grupo de etólogos equinos eminentes dedicados a dilucidar los principios científicos de la doma y su aplicación para beneficiar el bienestar del caballo. Recientemente, ha publicado una declaración de su posición en respeto al concepto de la dominancia en la sociedad equina y su uso en la doma:

  • que los caballos NO tienen jerarquías de dominancia;
  • que no tienen líderes consistentes en sus grupos;
  • que el uso de las técnicas que se dirigen a enseñar al caballo que somos dominantes, alfas, líderes o autoridades son equivocados y pueden perjudicar su bienestar. ¡P0R FIN!

El hecho de que muchos de estos científicos hayan previamente apoyado el concepto de las jerarquías de dominancia equinas (idea contra la cual he luchado durante tantos años), hace más impactante su declaración, lo que significa que los caballos no tienen el concepto de autoridad o de sumisión a ella. Entonces muchas de las prácticas e ideas empleadas en la doma y la enseñanza, desde la clase de principiantes animados a “mostrar quién manda” hasta la más alta nivel del FEI, que quiere ver la “sumisión completa” del caballo, no tienen base.

Tampoco las técnicas más nuevas dirigidas a enseñar al caballo que somos su líder.

La ISES sigue su declaración con una lista de las técnicas que, por experimento, han comprobado como fuentes de malestar y estrés en la doma:

  • El “rollkur” o hiperflexion, práctica contra la cual Gerd Heuschmann, un veterinario alemán con profunda sabiduría sobre la biomecánica, ha protestado heroicamente durante años (véase su libro “El Dedo en la Llaga”)

  • El uso de la muserola apretada, sobretodo la muserola “crank” (véase mi artículo en Galope )

  • El uso del castigo como manera de enseñar

  • Seguramente añadirían la serreta si supieran de su existencia, pero es una herramienta no conocida fuera de la península ibérica

La declaración de la ISES viene años después de una similar publicada por los etólogos caninos, la cual ha provocado un cambio profundo en las ideas y técnicas consideradas aceptables en el entrenamiento del perro. Fue el resultado de nuevos estudios sobre los lobos salvajes en los que se demostró que los lobos no tienen jerarquías de dominancia, que esta idea surgió por una interpretación antropomórfica de los lobos en cautividad, en condiciones anti-naturales. De manera parecida, los de la ISES han cambiado sus ideas por nuevas evidencias científicas, viendo que las peleas de los caballos por la comida ofrecida de manera anti-natural no tienen nada que ver con su sistema social natural. Además se ha comprobado que los grupos de caballos no tienen líderes o alfas: puede ser cualquiera del grupo que anda primero, como vemos diariamente en la manada de pottokas salvajes.

La jerarquía de dominancia, de la forma en que se suele entender, consiste en una estructura jerárquica de poder o estatus en la que el primero tiene el derecho a reclamar lo que quiere de sus subordinados, incluso la obediencia a su mando. Existen solamente en los primates, incluso en el humano. No existe en otros animales. Poco a poco se ha visto en el mundo de la etología, que las interpretaciones de los conflictos entre animales en términos de dominancia, son antropomórficos, proyecciones de la mentalidad humana. Cuando intentamos imponer estas ideas sobre el perro o el caballo, no son capaces de entendernos.

Lo que nos ha despistado es el hecho de que en los grupos de caballos domésticos compitiendo por montones de comida, a menudo hay uno que aprende que el ataque es una táctica ganadora y se pone más y más agresivo. Viendo esto, muchos concluyen que el agresivo es el dominante en términos humanos, es decir, que manda a los demás y ellos le obedecen. Sin embargo solo es en nuestro sistema social jerárquico donde el ganador de una pelea tiene mando sobre los demás. Para los demás animales, ganar peleas no gana ni estatus ni mando ni posición alfa, simplemente gana la comida. Y, por supuesto, el miedo y disgusto de los demás.

Previamente incluso los etólogos se dejaban seducir por el ejercicio de poner a los ganadores y a los perdedores en una lista y llamarla jerarquía de dominancia. Pasaban años escribiendo que los caballos tienen jerarquías de dominancia y dando a entender al público que los caballos tienen un sistema social de autoridad jerárquica como en el ejército.

Ya que en nuestro sistema jerárquico, se entiende que el dominante tiene el derecho de castigar, es decir, agredir, a un subordinado por su desobediencia, errores o falta de sumisión, se suele hacer lo mismo con los animales. Hay caballos y perros bastante inteligentes que descubren cómo evitar tales agresiones o las presiones dolorosas con las que se pretende enseñar “quién manda”, pero, como ya sabemos, hay otros que nunca llegan a esta perspicacia y a estos les llamamos rebeldes.

Lo que normalmente se llama un caballo obediente es un caballo que ha aprendido cómo responder a varias señales y siempre lo hace de la misma manera: es decir, es un caballo bien enseñado. Entonces la ISES insiste que la base de la doma es la buena enseñanza y elucida las reglas para conseguirla. Esta teoría de aprendizaje, fundada en literalmente miles de experimentos hace un medio siglo, es poco conocida en el mundo ecuestre aunque los entrenadores de perros siempre lo estudian en su formación.

Me asombro al ver que los contenidos del curso homologado, de dos años, de formación de domadores no incluyan nada sobre la teoría del aprendizaje: de las formas distintas del aprendizaje y la manera efectiva de enseñar de cada una, del uso de los refuerzos positivos y negativos y de cómo re-enseñar a un caballo mal enseñado, es decir, resabiado. La formación del domador consiste en la repetición de una serie de ejercicios sin comprensión y cuando los resultados no corresponden a lo que se espera, el domador no tiene recursos para corregir sus errores: echa la culpa al caballo. Con la inclusión de la teoría del aprendizaje en la formación del domador, se evitaría tantos errores en la doma y tanto sufrimiento de ambas partes, personas y caballos.

Por supuesto, la formación del monitor de equitación tampoco incluye la teoría del aprendizaje.

La declaración del ISES me da la esperanza de que la formación ecuestre cambiará porque este grupo de etólogos tiene mucho respeto en el mundo académico. En otros países hay numerosos cursos universitarios de las “ciencias equinas”, que producen a los profesionales del futuro e influyen en el contenido de los cursos de formación. Con esta declaración, de base científica comprobada, cambiarán lo que están enseñando y el efecto al final llegará a la hípica. En España el proceso será quizás más complicado porque tales carreras no existen, la formación homologada está elaborada por gente respetada en el mundo ecuestre pero a menudo sin formación ellos mismos en la teoría de aprendizaje. Algunos, los maestros de verdad, tienen ideas casi intuitivas de cómo enseñar a un caballo y además aprenden de sus errores; pues no ven que para la mayoría, las clases teóricas y prácticas de cómo enseñar al caballo son absolutamente necesarias, como he visto en mis cursos.

Entonces, espero que los que quieran enseñar bien, los que forman a otros y los que enseñan a los caballos, se impliquen en este proceso de cambio tan necesario. Pero lo que verán es que el mundo ecuestre está tan empapado por la idea de dominancia que tendrán que encontrar otras maneras de expresarse. En vez de “muestra quién manda, dale más”, será “no estás aplicando la señal que el caballo ha aprendido”; en vez de “este caballo rebelde” será “a este pobre caballo no le han enseñado nada”. Para muchos, su progreso como jinetes o domadores ha sido deshacerse de la influencia de las ideas de mando, dominancia y sumisión que ha aprendido previamente. Ojalá estemos viendo la víspera del día en que no se aprendan estas ideas equivocadas para empezar.

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Los que conocen mi trabajo, saben que he enseñado que los caballos no comparten nuestra idea de dominancia durante los últimos treinta y tantos años. Mis estudios de los caballos salvajes me han permitido formar una teoría nueva sobre la organización social del caballo y la base de sus relaciones sociales. Explico esta teoría y las razones científicas de mi rechazo al concepto de jerarquía de dominancia en mi nuevo libro “Horses in Company”, publicado ahora mismo por J.A.Allen. Aunque está en inglés, lo menciono porque ayudará a los profesores que quieran profundizar en el tema y estar capacitados a responder a los que permanecen convencidos por las ideas antropomórficas.

En cuanto a la idea de que los grupos de caballos tienen líderes fijos, que se usa a menudo en varias formas de “doma natural” y el coaching, tampoco tiene base. Los caballos siguen sincronizando sus movimientos con cualquiera del grupo que se mueva con convicción y lo hacen también con una persona que se mueva convencida. Si pierdes la convicción, pierdes al caballo. También le pierdes cuando tiene otras ideas que le interesan más, como pastar. Dado que el caballo está bastante perdido en las situaciones en las cuales le ponemos y que a menudo reforzamos su reacción de sincronizar sus movimientos con los nuestros, suele hacerlo y con voluntad. Pero ¡ ojo! si anda a nuestro lado en este ejercicio en vez de seguirnos, no piensa que está rechazándonos como líder, pues esto no existe. Los grupos de caballos andan juntos por su seguridad, no les importa quien anda adelante y van cambiando. Un potro normalmente nos sigue pero un caballo adulto está enseñado a andar a nuestro lado cuando le llevamos del ramal, para nuestra seguridad, y lo hará en el ejercicio de moverse juntos por hábito, no está intentando ponerse alfa. Estas ideas de estatus son una obsesión humana, no equina.

Cuando un caballo se mueve con nosotros en sincronía, montado o pie a tierra, es porque encuentra su seguridad con nosotros. Si se siente ya muy seguro (o aburrido, o miedoso), quizás no lo hace y en estas situaciones tenemos que usar señales que le hemos enseñado (o interesarle más, o calmar sus miedos). Pues, tenemos que saber cómo enseñarle.

Manos a la obra.

       


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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